20 noviembre, 2012


El contenido del juego, el a qué se juega, está influido por aspectos tales como los objetos de juego, el con qué se juega, el espacio de juego, el dónde se juega, y el tiempo de juego, el cuándo y el cuánto se juega.
Por otro lado el a qué se juega y el cómo se juega se encuentra fuertemente condicionado por la cultura, por la pertenencia social y por la experiencia y condiciones de vida; cuestiones que también influyen sobre los objetos y espacios el con qué y dónde se juega.

EL ESPACIO

• La organización de la sala debe facilitar la desestructuración y la reestructuración del espacio y el libre desplazamiento en función de los juegos que se quieran desarrollar. En este sentido, es importante que la disposición de los muebles en las salas no sectoricen rígidamente los distintos espacios de juego con el objeto de favorecer el intercambio y la posibilidad de conexión entre los materiales y los juegos. Recomendamos que los muebles puedan ser movidos por los niños teniendo, por ejemplo, ruedas en su base, de modo que ellos mismos puedan armar los escenarios de juego como lo deseen.
• El juego puede realizarse en la sala, el pasillo, el patio, el salón de usos múltiples y otros lugares disponibles en la institución, pudiendo incluirse o no los muebles de la sala.
• La presentación por parte del docente de un espacio lúdico y diferente al habitual puede dar lugar a nuevas experiencias de juego. Por ejemplo: no es lo mismo que los objetos disponibles para jugar estén sobre las mesas que en el suelo; no es lo mismo que la sala esté toda abierta o que esté dividida o sectorizada con telas que cuelgan; cada una de estas ambientaciones modificará el juego que tenga lugar allí y dependerá de las elecciones que realice el docente. Si estos condicionantes han sido pensados previamente en el momento de planificar una propuesta de juego, seguramente enriquecerá el desarrollo que éste tenga.
• Es importante que los niños se vayan encontrando con variadas formas de disponer el espacio, de modo que puedan hacerlas propias e incorporarlas a su repertorio de escenarios lúdicos posibles, enriqueciendo así su juego.

EL TIEMPO

• El docente interviene administrándolo y organizándolo y, en función de esto considera, cuándo y cuánto jugar, teniendo en cuenta las necesidades y los intereses del grupo, así como los acuerdos institucionales establecidos.
• Deberán considerarse los tiempos del grupo, los tiempos del juego y los tiempos institucionales, por ello este elemento es constitutivo del juego y tiene que ser debidamente planificado, teniendo en cuenta que los niños necesitan tiempo y que jugar varias veces a un juego facilita el desarrollo del proceso lúdico y su profundización.
• Dentro de esta planificación, el docente tiene que dejar lugar a lo que acontece, siendo flexible en su propuesta y tomando aquello que surge en el propio juego como un elemento que le permite profundizar su conocimiento del grupo y de cada niño en particular.
• El juego no puede plantearse como una actividad de relleno, en tanto necesita de un tiempo de organización y caos para luego llegar el tiempo de desarrollo y posterior cierre, tal como fue explicitado anteriormente.
• El tiempo de cierre requiere que el docente avise a los niños unos minutos antes de su finalización, para que ellos puedan concluir lo que están haciendo evitando de esta forma los cortes abruptos. Esta anticipación que se realiza evidencia el respeto del docente por lo que los niños hacen y sienten.
Un tema importante es la frecuencia con la que el juego tenga lugar en las salas. El juego es un derecho de los niños y el Nivel Educativo Inicial debe bregar porque este derecho se cumpla. Es por eso que deben pensarse instancias de juego cotidianas en la planificación.
En el desarrollo de cada jornada, debe garantizarse al menos una propuesta de juego con una duración no menor a los 40 minutos cada una, ya que, como queda dicho, el juego necesita de un tiempo para poder desarrollarse.

Períodos de juego:

• Juego inicial
Cuando comienza la jornada, es recomendable que el docente prepare la sala con algunos juegos, de modo que los niños vayan acercándose a cada propuesta a medida que llegan, según sus intereses.
Un ejemplo puede ser: un sector con dramatizaciones, uno con material de construcción, uno con material no estructurado, etc. (ver ítem “Los materiales”).
Así en este momento, el docente puede darle una cálida bienvenida a los niños que llegan pudiendo observar lo que surge en el desarrollo del juego, registrando las elecciones que hacen, el desarrollo de sus ideas y las situaciones particulares de cada uno de sus alumnos. Cuando esta instancia de juego se torna cotidiana, los niños van incorporándola y apropiándose de este tiempo. Esto redundará en la complejidad creciente de los juegos que irán desarrollando.
Además de aquello que el docente haya propuesto, es recomendable que los niños tengan la posibilidad de seleccionar por su propia cuenta aquellos materiales que necesiten o que les interesen.
Puede suceder que el docente observe que un niño elige todos los días los mismos materiales para jugar. Ante esa situación será necesario reflexionar con detenimiento antes de intervenir, para ver si se trata de un juego estereotipado o si es, en cambio, una profundización en sus ideas a partir del juego, una búsqueda de ser experto en el mismo. En palabras de Patricia Sarlé, la riqueza del juego aparece cuando se juega muchas veces a lo mismo. Es aquí donde aparecen las estrategias, las formas negociadas de saltar las reglas para modificarlas o la posibilidad de combinarlas y crear nuevos juegos.
El docente debe pensar el equilibrio entre variar las propuestas para ampliar el repertorio lúdico de los niños y mantenerlas estables para permitirles la profundización antes mencionada.

• Juego centralizador, juego-trabajo, juego en sectores

Cada una de estas modalidades (y las que los docentes creen) ofrece un tiempo privilegiado de juego, dado que en ellas convergen distintos tipos de situaciones, algunas de ellas de carácter netamente lúdico.
De acuerdo con la edad del grupo y a la modalidad que se elija, podrá ser el docente o los propios niños quienes decidan acerca de las diferentes propuestas de juego. En este último caso el docente acompaña las elecciones que hacen los niños permitiéndoles que estructuren el espacio de juego y seleccionen los materiales.
Las propuestas de juego irán variando, y se pueden enriquecer y articular con las unidades didácticas o los proyectos que se estén trabajando, siempre y cuando:
• esta inclusión no sea forzada;
• los niños puedan otorgarles el uso que deseen a los materiales ofrecidos.

• Juego en espacios abiertos (patio, parque, SUM, etc.)

Respecto de este momento de juego, hay que considerar los determinantes de espacio y tiempo que lo rigen y su incidencia en el tipo de juego que los niños eligen. También hay que tener en cuenta la importancia de la intervención del docente que durante este tiempo es un observador atento que puede sugerir, ofrecer, marcar pautas o establecer límites cuando un niño o el grupo lo requieren, enseñar el uso de los aparatos o de algunos juegos.
Los materiales que están presentes en ese espacio y su organización también son un fuerte determinante del tipo de juego que los niños expresan allí. No es igual el juego en piso de tierra, césped o cemento, como tampoco es lo mismo un espacio que no cuenta con trepadoras, sogas, colchonetas, neumáticos, arenero, etc. En este sentido, consideramos fundamental ofrecer materiales variados e interesantes en un espacio que garantice las posibilidades de exploración en un marco de seguridad.
Se sugiere, entonces, pensar que el juego en el patio o en otros espacios diferentes a la sala, también puede tener una organización de materiales en distintos sectores del espacio abierto, a los que los niños recurren, si quieren, para recrear e inventar nuevos juegos. No se trata de una presentación rígida por sectores, pero sí de tener en cuenta una diversidad de opciones que se pueden presentar: por ejemplo, un espacio con botellas para jugar al bowling; otro con dibujos de distinto diseño para jugar a la rayuela, hacer recorridos con autos; otro con cajas para embocar, etcétera.
Para los juegos de destreza física se pueden ofrecer colchonetas, pelotas, sogas, trepadora, banco, neumáticos, elásticos y otros elementos que permitan saltar, correr, trepar, hacer roles, etc.
 En relación con los juegos dramáticos, se pueden ofrecer cajas o bolsas con telas, cartones corrugados, sogas, elásticos, cintas, broches y materiales diversos, que les permitan a los niños explorar diversas posibilidades de juego simbólico.

LOS MATERIALES

La propuesta de juego varía ampliamente en función de los materiales a los que tengan acceso los niños. Los mismos resultan un sostén privilegiado del juego ya que permiten estructurarlo, enriquecerlo, hacerlo durar. Por eso aquí también el docente debe elegir los materiales al momento de planificar una propuesta de juego, en función de los contenidos específicos que quiere trabajar y que considera que pueden enriquecerla. También puede seleccionarlos en función de lo que los niños hayan pedido o él haya percibido que ellos necesitan a partir de la observación de las escenas de juego anteriores.
A continuación presentamos algunas recomendaciones para tener en cuenta en esta problemática.
• Los materiales deben estar dispuestos al alcance de los niños y es importante considerar la variedad de elementos.
• La sola incorporación de algún nuevo elemento (estructurado o desestructurado) provocará seguramente una nueva posibilidad de jugar, pero no necesariamente el hecho de tener muchos elementos al mismo tiempo asegura que se generen más posibilidades de juego, muchas veces ocurre lo contrario.
• Debe haber tanto material estructurado como no estructurado disponible para jugar. Este último es aquel que genera mayores posibilidades lúdicas, ya que es el niño o el grupo de niños los que le otorgan significado en función del desarrollo lúdico.
En relación con los materiales estructurados se puede pensar en la variedad de juguetes que se encuentren en la sala. Así como el juego es entendido como un producto social y cultural, a su vez los juguetes son un concentrado de cultura. Siguiendo a Brougère, en el juguete hay una herencia (ocasionalmente con innovaciones) transmitida por intermedio del objeto al niño. Ahora bien, así como los niños ocupan el lugar de co- constructores en el proceso de aprendizaje, relacionado en este caso con el juego, no reciben los juguetes pasivamente sino que los interpretan, les dan sentido, se apropian de ellos. Justamente porque los niños tienen una participación activa en la sociedad, además de interiorizar la cultura de la cual forman parte, participan de su producción.
Respecto de los materiales no estructurados que pueden enriquecer el juego de los niños se pueden nombrar algunos ejemplos, sin tratar de ser exhaustivos, esta lista puede servir de orientación a la hora de repensar el equipamiento de una sala: cajas, cubos de madera, argollas de madera de variados tamaños, cintas y sogas de variados colores, largos y anchos, conos de cartón o plástico, broches, elásticos, telas de variados tamaños, texturas y colores. Todos estos materiales facilitan sin límites la creación y diversión, ransformándose de las más variadas maneras y logrando los más insólitos objetivos de juego. “La mayor desestructuración del material provoca en el niño el deseo de estructuración. Lo que significa la síntesis de los dos procesos: armar y desarmar, el logro de los más altos niveles creativos.”
A la enumeración anterior, se puede sumar también elementos de la naturaleza, de acuerdo con el paisaje que rodee al jardín. Estos materiales, a la vez que permiten ampliar el juego, acercan a los niños a su entorno y enriquecen su experiencia. Nos referimos a ramas, caracoles, piedras, flores secas y naturales, hojas secas de árboles, cañas, etcétera.

FORMA DE AGRUPAMIENTO

Al momento de jugar, es importante que el docente respete las elecciones que hacen los niños respecto de los compañeros de juego. Desde la concepción de juego que aquí se sostiene, sería muy difícil que los niños puedan jugar verdaderamente con un número grande de compañeros.
Los niños tienen la libertad de elegir con quién compartirán el juego y poder cambiar de elección en el desarrollo del mismo. Si son muchos los que eligen el mismo juego, sobre todo en el juego en sectores, quizá sea una instancia interesante acompañarlos en la resolución de este conflicto, si es que lo es para ellos. Por eso, es importante que el docente esté atento, pero que no se anticipe; una vez que este conflicto tiene lugar, puede colaborar con los niños en su resolución.

EL CLIMA DE JUEGO

En las diferentes propuestas será necesario garantizar un clima cordial, seguro y afectivo en el que se favorezca el vínculo y la exploración. Se promoverá que se juegue con verdadera libertad. El docente, al organizar el juego, habilitará un clima particular que promueva las ganas de jugar, atendiendo a las necesidades y los intereses de los niños.
Es muy importante tener en cuenta que el clima que se genera favorece o entorpece el desarrollo lúdico del juego. También es un ítem para considerar al pensar una propuesta lúdica. La luz que tenga el ambiente (plena, natural, artificial, penumbra, oscuridad), la música que acompañe (si es que hay alguna) y los materiales elegidos son elementos que colaboran con la creación de climas lúdicos, que varían unos de otros.
El docente es responsable de garantizar la seguridad física y cuidar la seguridad emocional de los niños en todo momento, también durante el juego. De modo que el clima que se genere es algo que debe cuidar y preservar, al tiempo que estará atento a lo que les pasa a los niños. Por ejemplo, si ha pensado una propuesta lúdica en penumbras, y los niños se asustan, debe evaluar la situación para ver cómo los cuida física y afectivamente.

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