La actividad lúdica es importante para el
aprendizaje y el desarrollo subjetivo. La escuela cumple un importante rol en
la enseñanza del juego. Ahora bien, el juego que se desarrolla en la escuela no
es el mismo que el que se da fuera de ella. La escuela tiene un destacado lugar
en este proceso de aprendizaje al tiempo que impone ciertos condicionamientos
al juego. Esto es así porque el mismo asume diferentes sentidos en relación con
el contexto cultural en el cual se incluye y se realiza, y justamente la
escuela constituye un contexto social portador de una cultura particular.
En ella, el juego asume características distintas
del juego en otros contextos dada la presencia de una finalidad educativa de la
institución escolar. Aquellos condicionamientos pueden pensarse en términos de
espacio, tiempo, contenido, materiales (es, en principio, el docente quien los
selecciona), compañeros de juego, reglas áulicas. Estas son restricciones
contextuales y externas al sujeto que fijan límites y a su vez canalizan su
desarrollo. Las mismas encauzan la manera en que el niño juega en la escuela
diferenciándola de la manera en que jugaría en un contexto diferente. En las
“Orientaciones didácticas”, se especificarán distintas cuestiones en relación
con estos condicionantes.
Por otro lado, resulta de suma importancia realizar
aquí una advertencia respecto del juego en la escuela. Es necesario diferenciar
el juego de las actividades de aprendizaje que los docentes proponen para que
los niños construyan determinados conocimientos; actividades que pueden gozar
de algunas de las características del juego pero que no son juego propiamente
dicho.
Las actividades, que son pensadas con
finalidades educativas, implican una mirada del juego como estrategia
metodológica para la enseñanza de ciertos contenidos específicos; mientras que
el juego propiamente dicho refiere a las actividades que suponen modos más
libres y espontáneos en las decisiones y las acciones del jugador.
Tener presente la diferenciación,
entre juego y actividades de aprendizaje,
contribuye con la posibilidad de programar espacios y tiempos para ambos
tipos de actividad, sin correr el riesgo de confundir una con la otra. Esto es
así porque justamente el problema se presenta cuando se disfrazan las actividades
y se terminan llamando juegos a propuestas que no lo son.
Como se ha señalado, el juego tiene un
interés educativo. Ahora bien, en el intento por conservar su especificidad, es
importante tener presente que para que el juego efectivamente tenga lugar, los contenidos
referidos a otras áreas que pueden seleccionarse para desarrollar durante los
momentos de juego, pueden o no aparecer en el juego de los niños. El juego no
debe plantearse como una actividad para alcanzar unos objetivos prefijados, más
allá de que a través de él se puedan movilizar ciertos contenidos.
De esta manera se plantea la necesidad
que la escuela respete el derecho de los niños a jugar y además que favorezca
esta actividad a partir de variadas situaciones que posibiliten el despliegue de
los distintos tipos de juego (juegos de dramatización, juegos de construcción,
juegos con reglas externas, juegos tradicionales). “El niño vive en el juego una experiencia
rara en la vida del hombre: la experiencia de enfrentarse por sí solo con la
complejidad del mundo; él, con toda su curiosidad, con todo lo que sabe y lo
que sabe hacer y con todo lo que no sabe y desea saber frente al mundo, con
todos sus estímulos, sus novedades, sus atractivos. Y jugar significa recortar
para sí mismo cada vez un trocito de este mundo”.
Así es como entendemos la enseñanza del
juego en la Educación Inicial. Un juego a través del cual el niño pueda
conocerse a sí mismo, a los demás y al mundo que lo rodea, un juego que le
ofrezca la posibilidad de desplegar su iniciativa, de ser independiente.
Para que el juego en la escuela
contribuya con la formación de sujetos autónomos es necesario enriquecerlo,
respetando la iniciativa de los niños al tiempo que se la potencia. Esto supone
un adulto disponible, con buena escucha, con intenciones de brindarse y de
dejarse sorprender por el otro.
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